Recuerdo que alrededor de mis 9 años, fui a viaje a la ciudad de Nueva York con mis padres. Era un día de verano, cuando fuimos de visita al famoso Museo de Arte Moderno (MOMA).
Estaba yo muy emocionada y no podía contener mi alegría al pasear por sus pasillos. Fue un lugar que me impresionó y marcó con sus colores, esculturas y pinturas, de las cuales yo imaginaba historias secretas.
De repente mis ojos se posaron en un lienzo particular. Era enorme y blanco, parecía no tener nada especial; pero a mi me causo mucha confusión, porque llegué a pensar que cómo algo así podía estar exhibido en un lugar tan famoso, que cual era la gracia de un lienzo pintado de blanco.
Así que en mi gran desconcierto le pregunté a mi papá que hacia esa pintura allí .
Mi padre me sonrió y me dijo:
“Este lienzo Rebequita, es el lienzo de las mil y una posibilidades; y su belleza está, en la interpretación personal que cada quien pueda encontrar en el.”
Me quedé asombrada, mi imaginación comenzó a volar y todas las aventuras que podría dibujar en el.
Mi padre me tomó la mano y salimos caminando juntos.
Ese fue el símbolo de mi imaginación, y cada vez que quería soñar o pensar en algo, recurría a esa imagen, a ese momento único de mi infancia y a las palabras de mi papá.
Una simple pintura blanca que me deslumbró por su sencillez, marcó esa etapa de mi vida. Tu eliges lo que quieras colocar en el, los colores, los dibujos, las palabras; así tu vida.
Siempre recuerdo ese día con gratitud y emoción, una gran fuente constante de inspiración.
La importancia de encontrar significado en todo lo que hacía y la posibilidad de inspirarme en nuevas creaciones, que todo esta lleno de infinitas interpretaciones, que cada uno de nosotros tenemos historias propias que contar.
Recuerda que siempre hay un lienzo blanco esperando a ser llenado con tus propias posibilidades y sueños.
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