Entre mis recuerdos, tan sencillo como el romero

Hace unos meses, me encontré lejos de mi hogar, lejos de todo lo que me es familiar y reconfortante. Estaba en un lugar donde las cosas cotidianas, esos pequeños detalles que suelen pasar desapercibidos, cobraban un nuevo sentido debido a la distancia. Entre esos detalles estaban mis aceites esenciales, aliados que llevo conmigo en mi día a día y que se han convertido en mi refugio de bienestar. Sin tenerlos completos, sentía un vacío, un desarraigo emocional que no había anticipado. Fue en medio de esa desconexión que sucedió algo especial y en el lugar menos pensado: en frente de la registradora de una tienda donde me disponía a pagar, casi escondido, me tope con un frasco de aceite esencial de romero. Lo que podría haber sido un hallazgo trivial resultó ser una experiencia profundamente reveladora y sanadora, un momento de reencuentro con mi misión y mi propósito de vida.

Al estar lejos de casa, los días se volvían extraños, llenos de añoranza,  y me encontraba con apenas con 10 aceites esenciales que había traído conmigo. A veces no nos damos de cuánto dependemos de esos pequeños rituales que construimos en la vida cotidiana, hasta que nos faltan. Sin mis aceites, la sensación de desconexión se hacía más profunda, como si una parte esencial de mi estuviera incompleta. Los aceites son, para mi, más que aromas agradables; representan un ancla, una manera de reconectar con mi interior en momentos de estrés, de incertidumbre o de simple necesidad de calma.

En unos de esos días, mientras absorbía la esencia vibrante de un lugar desconocido, algo capturó mi atención. Justo frente a la caja registradora, vi unos frascos de aceites esenciales y tomé el de romero, con la plena  convicción de llevármelo. Me detuve. De repente, era como si aquel frasco hubiese estado allí esperándome, en silencio, como si conociera la necesidad que traía conmigo.

La simple visión de ese frasco me llenó de una emoción que no había sentido en días. Era como si, a través de esa pequeña botella, algo dentro de mí despertará de un letargo. Me acerqué, lo tomé en mis manos y destape el frasco. Con los ojos cerrados, en ese instante en que el aroma lleno el aire, sentí una ola de calma que me envolvía y un claro recordatorio de todo lo que el romero significa para mi: mis inicios, claridad, protección y una paz serena que siempre me conecta con algo profundo y verdadero.

El efecto fue tan poderoso que, sin darme cuenta, mis ojos se llenaron de lágrimas, era un alivio inexplicable. En ese momento, me di cuenta de cuán perdida me había sentido en los últimos días, de cuanto había anhelado un punto de conexión que parecía haberse desvanecido en la distancia. Con el romero en mis manos, algo dentro de mi se reordenó, como si cada parte de mi ser recordará cuál era su lugar.

El romero, con su aroma herbal, refrescante, un tanto terroso y altamente alcanforado, me llevó a una serie de memorias y sentimientos que parecían dormidos. En unos momentos me recordó la paz que siento al conectarme con la naturaleza, cuando estoy en sintonía con el entorno y conmigo misma. Recordé mi misión, esa sensación de propósito que siempre he sentido cuando estoy en armonía con mi interior y con el mundo. Era una charla con el romero: ” Aquí es donde perteneces, aquí es donde está tu misión”. Así que el romero  además de claridad, es mi guía hacia mi paz interior. A través de este encuentro fortuito, entendí que no importa cuán lejos esté o cuántos obstáculos enfrente, siempre puedo volver a mi centro, a esa misión que me da propósito. La esencia de romero me recordó que, aunque las circunstancias externas cambien, mi lugar en el mundo y mi misión son constantes.

Ese frasco de aceite esencial de romero, más que un aroma, fue una reconexión con mi espíritu y mi esencia. Sentí en ese momento que me purificaba de todo el estrés acumulado, de todas las dudas y miedos que habían surgido en esos días lejos de casa. Era como un ritual de limpieza para el alma, un recordatorio de que la verdadera paz reside dentro de nosotros, esperando a que nos tomemos un momento para redescubrirla.

Este encuentro inesperado con el romero, fue más que un alivio momentáneo. Me recordó que la paz y el propósito no dependen de donde estamos o de lo que tenemos, sino de nuestra capacidad para encontrar esos momentos de conexión en lo cotidiano. Ese pequeño frasco de aceite esencial, ese aroma simple del romero, me devolvió a mi esencia, me recordó quién soy, cuál es mi lugar y lo que he venido a hacer en el mundo. Me enseñó que, aunque esté lejos de casa, siempre puedo encontrar un camino de regreso a mi misma, a mi esencia.

Hoy, cuando siento y vuelvo al aroma del romero, recuerdo  ese instante de lágrimas y reencuentro, me siento conectada con algo mucho más grande, renuevo mi compromiso con mi misión,  con mi paz y con la paz que puedo aportar a los demás. Porque al final, el verdadero hogar está en ese espacio interior al que podemos regresar en cualquier momento. Este reencuentro con el romero fue el recordatorio perfecto de que, aunque me aleje, mi propósito y mi paz siempre me esperan, constantes en mi interior.

Desde mi reflexión como aromaterapeuta, esta experiencia con el romero nos recuerda que los aromas son herramientas poderosas para la introspección y la conexión emocional. Cada persona tiene una respuesta única frente a los aceites esenciales, y mientras que el romero es conocido por sus propiedades estimulantes y su capacidad para mejorar la concentración y claridad mental, en este caso particular me brindó además de claridad mental, momentos de paz, calma y una gran conexión interna. Esto demuestra que los efectos de un aroma pueden variar de acuerdo a nuestras necesidades emocionales y al contexto en el que lo utilizamos.

El romero, como otros aceites esenciales, se adapta a nuestro estado emocional, actuando en sintonía con lo que realmente necesitamos en ese momento. Así, un aroma puede ser revitalizante en un contexto y reconfortante en otro. La aromaterapia nos invita a escuchar y respetar nuestra conexión única con los aromas, dejándonos guiar por ellos hacia un equilibrio genuino, ya sea a través de la energía que nos brindan o la paz que nos traen.

Esta experiencia también me recordó la importancia de estudiar y conocer a fondo cada aceite esencial, porque cada uno refleja un camino, una lección y una conexión única con nuestro ser. A través del conocimiento profundo de los aceites esenciales, encontramos en ellos una guía, una brújula para momentos de luz y sombra en nuestro viaje personal.

“El romero será mi brújula, ese susurro familiar que me recuerda quien soy; cierro los ojos, lloro y dejo que su aroma me lleve de regreso, a casa.”

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