Las Notas Perdidas de Selva Nocturna

Continuamos con otra historia del Detective aromático  Santiago Floramar.

La ciudad de Boronia siempre había sido un lugar peculiar. A primera vista, parecía una ciudad ordinaria, pero quienes la habitaban sabían que algo más misterioso y olfativo se escondía en sus calles. Santiago Floramar, el detective aromático más famoso de la ciudad, había resuelto innumerables misterios olfativos, pero nada lo preparó para el caso de las “Notas Perdidas”.

Una tarde, una mujer vestida con un elegante traje entallado de color morado oscuro, llegó a la oficina de Santiago. Sus ojos, del mismo tono profundo, ocultaban un mar de preocupación.

“Detective Floramar”, dijo con voz temblorosa, “mi nombre es Lila Lavendel. Soy la propietaria de “Selva Nocturna”, el laboratorio de perfumería más prestigioso de Boronia. Alguien ha robado nuestras notas esenciales más preciadas y necesito su ayuda para recuperarlas”.

Santiago asintió, haciendo que su colección de aceites en el estante detrás de él tintineara suavemente.

Lila explicó que las notas robadas eran esencias extraídas de plantas únicas, solo visibles durante la luna nueva en el corazón de la Selva Nocturna, una reserva forestal en las afueras de Boronia. Estas esencias no solo eran valiosas sino mágicas. En manos equivocadas, podrían ser utilizadas para manipular emociones y recuerdos.

Utilizando sus habilidades olfativas, Santiago siguió el rastro de las esencias robadas. Cada aroma lo guiaba, desde el dulce y floral toque de la rosa, pasando por el refrescante aroma del eucalipto, hasta el penetrante olor del incienso. Con cada inhalación, Santiago podía ver visiones: sombras corriendo por callejones, intercambios secretos y destellos de la Selva Nocturna.

Finalmente, el rastro lo llevó a una vieja mansión en las afueras de Boronia. Al entrar, fue recibido por un aroma embriagador, una mezcla de todas las esencias robadas. Siguiendo el aroma, Santiago llegó a un salón donde un hombre vestido de negro estaba mezclando las esencias.

“¡Detente!”, exclamó Santiago. No sabes el poder que tienen esas esencias.

El hombre levantó la vista, revelando unos ojos verdes profundos. Detective Floramar, subestimas mi conocimiento. Con estas esencias, controlaré las emociones de Boronia.

Un tenso enfrentamiento comenzó, pero Santiago, con su conocimiento de aceites esenciales, creó una mezcla rápida que liberó un aroma soporífero. El ladrón, superado por el olor, cayó inconsciente.

Lila Lavendel, agradecida, recompensó a Santiago con una esencia especial que solo ella sabía cómo hacer: la esencia de gratitud.

Mientras Santiago caminaba por las calles de Boronia, una sensación cálida lo envolvía. A pesar de los peligros que enfrentaba, sabía que su conexión con el mundo olfativo era su verdadera brújula, guiándolo siempre hacia la verdad.

 

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